Sin
Palabras
Yo invente
un árbol grande,
mas grande
que un hombre,
mas grande
que una casa,
mas grande
que una última esperanza.
Me quede
con él años y años
bajo su
sombra
esperando
que me hablara.
Le cantaba
canciones,
lo
abrazaba,
le rascaba
su rugosa corteza
entretejida
de helechos,
mi risa
reventaba flores en sus ramas,
y a cada
gesto mío le crecían hojas,
le brotaban
frutas…
Era mío
como nunca nada ha sido mío,
pero no me
hablaba.
Yo vivi
pendiente de sus ruidos,
oyendo su
suave aleteo de mariposa,
su crujido
de animal de la selva
y soñaba como un hermoso canto,
Pero no me
hablaba.
Noches
enteras llore a su pies,
apretujada
entre sus raíces,
sintiendo
sus brazos sobre mí,
viéndolo
erguido sobre mí,
sabiendo
que me estaba pensando,
pero no me
hablaba…
Aprendí a
cantar como pájaro,
encenderme
como luciérnaga,
a relinchar como caballo.
A veces me
enfurecía y hacia que se le cayeran todas las hojas,
lo dejaba
desnudo y avergonzado
ante los
guanacastes,
esperando
que-tal vez-entendería a las malas,
como
algunos hombres,
pero nada.
Aprendí tantas cosas para poder hablarle,
me desnude
de tantas otras necesidades,
que olvidé
hasta como me llamaba,
olvidé de
donde venia,
olvidé a
que especie de animal pertenecía
y quede
muda y siempre verde
-esperanzada-
entre sus
ramas.
Gioconda
Belli.
Nació en
Managua, Nicaragua, en 1948. Estudió en
España y en Estados Unidas. Desde 1970 participó activamente en la Resistencia Sandinista, la FSLN, contra la dictadura de
Somoza.
Ahora vive
en Managua con sus niños y trabaja en la educación política.